Qué fuego mantiene encendida la
chispa que aún en la decrepitud de los años hace que la mirada bucee en la
estepa blanca de la pierna que muestra sin recato la piel de nácar resbalando
en la infinitud del muslo distendido sobre el asiento marrón.
Qué juego entre sombras viene a
la memoria que centellea fugaz en el gesto goloso de la lengua perdida en el
tiempo donde escurría su deseo en la maraña desarbolada del cuerpo rendido a su
avance letal.
Qué miríadas de acometidas
salvajes cabalgan en el ademán inconcluso que inadvertidamente muta la
ingravidez del rostro donde vuelcan los años su esclusa de errores y hastío en
la observación despierta del instante que no le pertenece.
Qué