Distancia, fue el nombre
Lejano, el apellido
el resultado. Indiferencia.
Distancia, fue el nombre
Lejano, el apellido
el resultado. Indiferencia.
Se
me ha escapado entrelazado con el espacio inexistente del embozo plegado al
borde de la cama el último verso no escrito.
Desdibujado en la penumbra ha impreso su huella en los surcos de mi frente encadenando palabras susurradas al oído en la noche gigante.
Se ha escapado el poema aun no escrito por la pendiente del alma. Anclado por el frío tiembla perezoso retozando en el cerebro.
El
cuerpo, laxitud total, no responde. Las ideas montadas en brioso corcel
cabalgan desbocadas en las sombras
Nada.
Un leve cascabeleo trepida a través del alba. Humo fundido en la noche.
Nada.
Ahora que el cielo desabrocha a golpes de luz las nubes
que
el mañana se hace día brincando adormecido entre las sábanas
y el
ayer se abandona en el país nebuloso de los sueños
aprieto
en el alma racimos de dicha
tomo
impulso y me proyecto vértebra de luz
para
darle sentido a la vida.
En los albores del día empuñas las armas
y
partes a la contienda
corazón
y cerebro en punta de lanza,
vibra
en metálico la puerta tras tus pasos
como
clarín de bronce que alienta tu batalla,
enaltecido, te enfrentas, a la lucha discontinua
que
rompe esquemas,
y
haces honor a tu blasón esgrimiendo coraje y osadía
Dejas, en
incontables escaramuzas, la piel, en busca del triunfo.
Al finalizar la tarde, vuelves, abandonado de ti,
huella
esquiva en peldaños de madera.
Mañana será diferente.
No quiere decir por eso que desaparezca
simplemente me oculto.
La
luz brillante, la blancura inmaculada
la candidez intocable del alma
persiste,
está, es. Soy.
A pesar del nubarrón oscuro
que opaca, engañado por el aparente
espejismo de la falta de luz.
Permanezco.
Simplemente, me sumerjo en la placidez
evadiendo sinrazones.
Las ciudades en verano huelen a obra
a sombra recalentada
a peste de alcantarilla
a sudor añejo
a humores de pasión
a fritanga
a desgana
a rellano de escalera
a voces desalentadas
a títeres de madera
a cerveza fría
a noches sin estrellas
a sabanas desordenadas
a rastros de perros
a neumático caliente
a alcohol
a humo de cigarros
a vidas dislocadas
a calor.
¡Qué silencio! Por los cerros
no había nada que turbara
el canto de los grillos nuevos.
El último sol de la tarde
caía en el verdinegro
de las ramas de los pinos
y el agudo grito de los pájaros
iba muriendo en la suave
quietud temprana del ensueño
que envuelve todas las cosas
cuando llegan los luceros.
En los cielos había paz
en la tierra, sosiego.
Nada rompía la calma
de nuestros dulces recuerdos.
¡Qué silencio había en el monte!
¡Qué silencio! Por los cerros
no había nada que turbara
el rumor de nuestros besos.
es inevitable
escapar a rincones oscuros
tú y yo
cadencia y melodía
alma y piel
expuestas
temblando al
ritmo del son.
Echo de
menos la guaracha y el danzón
la picardía
y el éxtasis
la luz,
extendida hasta el infinito.
Contigo escaparon las sombras
y se
hizo el amor desvarío.
Por eso
es inevitable
echar de
menos la huida
al
compás del balanceo.
Música en
armonía
cuerpos en delirio.
Soy una fiera encabritada
mordiendo con saña
las cuerdas que me atan.
Torbellino feroz dejado a su destino
no me resigno
a jugar la baza que me depara el camino
estiro la zarpa de acero
bruñida al sol
y bailo en el cruel balanceo.
Pero no al son que me tocan.
y aquietarme en tus brazos
señora de las nubes y el horizonte,
me embriagan tu olor certero
y tus manos de luna,
perdida en el laberinto multicolor
de las flores terreras
henchido el pecho del aire fresco
que exhala tu aliento.
Anclada en ti,
dirección única de mis pasos
que buscan tu huella sellada en el asfalto.
En el declinar de la tarde
desligada de todo
junto al lago de tu sonrisa
colmada de ti
descanso.
nuestros
pilares asentados sobre hilos de araña
temblando
con la más leve brisa.
Titanes
procaces de la vida
nos
creemos rocas
cuando
en realidad
solo
somos
arcilla.
Escucha, ven
atisba mis huellas
persigue mis miradas
surca el viento
olfatea mis fragancias
cabalga a lomos del tiempo
enrédate en mis labios
colúmpiate en mi alma
que espera impaciente
Penélope de tus besos
tu arribada.
Perdidos entre las hojas
sabia de fuego y de frío
lumbre espanto añoranza
temblor ausencia. Destino.
Perdidos entre las hojas
del invierno presentido
aúllan en grito a la noche
amamantando delirios.
Perdidos en laberintos
desabrochan el corsé
rompen con su
voz los muros
extrañados de sí mismos.
Perdidos en la locura común
que pervierte sus sentidos
y que emborracha neuronas
convulsionando latidos.
Perdidos en otros mundos
gozan escribiendo libros.
La tarde se me ha ido
sacando punta
a los lápices,
como en mi
infancia
los he
alineado
el uno al lado del otro
en singular
formación
por colores,
por tamaños
he ido
probando
con distintos
sacapuntas
descartando
a los que se
les rompe la mina
hasta
conseguir el afilado perfecto,
después he
contemplado mi obra
satisfecha
con la
sonrisa libre
del que sabe
usar su tiempo.
Disfruta cada segundo,
exprime cada gota de
placer,
paladea la dicha en
cada sorbo,
alucina con cada nueva
estrella,
nunca,
sabes,
cuando,
el bucle de la
inclemencia cierra el círculo.
Baila al son de todas
las canciones,
brinca al son de todos
los ritmos,
brilla en la luz de
cada sonrisa,
vuelca la pala de tu
amor en cada semilla,
nunca,
sabes,
cuando,
el aire gira la veleta
del destino.
Desoye las malas
lenguas que te dicen
que existir es
sufrimiento,
desdibuja pensamientos
rotos,
expande el alma
atesora buenos
momentos.
Aunque el bucle cierre
el círculo
o gire la veleta el
viento
no te rindas,
descubre la belleza
a lo largo del camino,
impulsa tu alma.
La vida es hermosa
si tú así lo decides.
De ti depende.
Cuando
la esquina del tiempo doble la vuelta
y
no exista salvo la oquedad sin fin en la memoria
nexo
perdido en el confín de la materia que olvida su esencia
y
empieza de cero.
es el tiempo de inocencia.
Después nos cierran en zapatos
nos aprisionan con telas
cubren nuestra desnudez
amordazan nuestra lengua
mutilan nuestra sonrisa
y acallan la inexperiencia
gloriosa de ser nosotros
en la edad de la inocencia.